Llevo no sé cuántos comienzos que he borrado por no saber cómo seguir, o porque a lo mejor ya no puedo seguir.

 

            Creo que es porque ya no tengo nada que decir o porque he repetido hasta la saciedad que en el cine está todo inventado, escrito, analizado y rodado, y que lo único que puede cambiar es la forma de contarlo e interpretarlo. Con esta película no pasa nada distinto porque es un remake, de modo que es sólo una nueva visión con un nuevo montaje de una misma historia de amor incondicional hasta en la duda y con todas sus consecuencias, de trepidante segunda parte de intriga y resolución más o menos ambigua o convencida. Y desde luego, lo que sí es seguro es que del señor Russell Crowe y su manera de interpretar sí que está todo más que dicho. Así que me temo que me quedo en blanco para más apuntes cinematográficos. Sólo puedo irme a lo único que sí soy capaz de repetir sin descanso por el constante asombro que esta vez coincide con fechas tan especiales.

 

            Hoy es la noche de Reyes y, aunque cuando uno se hace mayor, esa emoción pierde la fuerza y termina por disiparse siempre se revive o por el recuerdo, porque hay un niño cerca o porque la ilusión, sea el día que sea, es algo que no se extingue. En este caso ocurre que las vísperas y días de estreno de una película del señor Crowe son eternos momentos de ilusión de Reyes.

 

Quizás, y por mucho que puedas saber ya hasta dónde llegará el grado de magia del REGALO o lo grande y hermosísimo que será, lo que importa de verdad es ese gran entusiasmo porque, una vez más, lo vas a recibir y sobre todo porque ya lo estás sintiendo desde mucho tiempo antes. A veces esa expectación puede ser mayor o más fuerte que cuando te ponen el regalo en las manos y lo desenvuelves con ansia, tanto si sabes lo que es o no, porque cuando ya lo tienes y lo admiras, te vuelves a convencer de que era lo que querías y te inunda la satisfacción más plena. Ese es el sentimiento mayor y más importante. Pues ahí está. Tan simple como abrumador, o sea, lo habitual, pero que no por eso deja de causar perplejidad y la misma pregunta una y otra vez por mucho que sepamos del talento destilado por esta inmensidad de actor que lleva deslumbrándonos tanto tiempo: ¿cómo lo hace?

 

Sea el personaje que sea, él se lo traga, lo devora y lo escupe hecho excelencia. Su cuerpo, sus ojos y su alma es de ellos, en este caso los de un tranquilo profesor de literatura, atento y cariñosísimo padre y marido enamorado hasta la médula de una esposa que, como el público, se asombra de tanta perfección que simplemente está guiada por ese amor y una fe inamovible en la inocencia de ella, acusada de asesinato.

 

Y lo que pasa de verdad en el fondo de toda la acción y los personajes secundarios es sin duda lo que siente John Brennan: si él duda, tú también; si está cansado o resignado, tú también; si se entristece por el trastorno de su hijo, tú también; si se parte en dos deshaciéndose en lágrimas desgarradoras, a ti se te caen como puños; sus golpes y su cara hecha un mapa te duelen casi más a ti; cuando se muere de terror y vomita por la angustia y la tensión, y en medio ha mostrado la imagen más absoluta y fabulosa de la inocencia e ignorancia, tú hace tiempo que te has comido hasta el muñón de ese mismo horror y nervios; si empieza poner las cosas claras, tú también; si se cabrea de verdad y echa el resto, tú también te cargas a quien se ponga por delante; su impotencia, su resignación, su frustración, su rabia, su decepción, sus miradas emocionadas o airadas, su pena más honda, su determinación final y también sus dudas, quizás no tanto por su mujer ya sino por sí mismo y en quién se ha convertido…

Todo te entra disparado primero −por supuesto− a través de los ojos desorbitados por tantos buenísimos primeros planos que ya no llenan la pantalla sino que la rebosan de presencia más emocional que física, porque es esa capacidad fabulosa de recrearlas lo que le da forma a su cuerpo. Y tanto de derroche de sensaciones sólo se te puede clavar en el corazón. O sea, otro nuevo y mágico regalo de un rey mago del cine que no lo puede ser con más derecho.

 

Así que las enésimas gracias. Para mí que de fija esta maravilla sabe a roscón, por lo menos su mano así me lo pareció, pero todos sus regalos ya los tenemos. Sigamos disfrutándolos tanto y por mucho tiempo.

 

Lo mejor: la frenética segunda parte de la película y no tengo que decir que cualquiera de los momentos de Russell, es decir, todos. Gracias al señor Haggis por habérselos dado porque seguro que no había trabajado con un MATERIAL de semejante categoría.

Ah, y fabuloso ver al monstruo de L. Neeson dar la réplica que se gana de sobra sin la generosidad que también le concede Russell. Ojalá se vuelvan a encontrar.

Y la mención especial al genial Brian Dennehy, tan grandísimo secundario y nadie mejor para encarnar a ese padre taciturno, irónico y sentimental.

 

Lo peor: yo qué se… Venga, diré algo: el doblaje, que no me termina de convencer, y ciertos giros de la traducción. En fin, minucias…

M. White


POR CALÍOPECROWE

 

Quiero contar una anécdota ocurrida unos minutos antes de disfrutar del nuevo PELICULÓN de Russell Crowe.

Último pase de la peli. Acompañada (mejor dicho, custodiada) por mis amigos Pablo y Magda, nervio y ansia, botiquín y hasta botella de oxígeno por si los Hados caprichosos pensaban en jugármela de nuevo, cuando de repente al dirigirnos hacia el chaval que te corta la entrada y te orienta amablemente para que no te equivoques de sala y no acabes en el último disparate de Angelina Jolie (DIOS NO LO PERMITAAA!!!), un querubín andante se suelta de la mano de su papá que compraba coca-colas, palomitas y demás viandas y se dirige a la que escribe con un presente en su manita: una pulserita de goma de color violeta con forma de animalitos, tan de moda en estos tiempos (a mis sobrinas les encantan y llevan los brazos tuneados con las susodichas), respondo a su radiante sonrisa cuando me acerca el regalo mientras su sorprendido padre nos mira con cara de alucinado llamándola. La niña no le hace caso y sonríe más ampliamente cuando cojo la pulsera entre mis dedos y me quedo sin color, porque lo habéis adivinado (y si no os lo digo ya). ¡¡¡Es un CANGUROOOOO!! ¡¡¡De todos los animales posibles, una niña desconocida me regala un CANGURO!!!! Justo cuando me preparo para ver al CANGURO MÁS GRANDE LAS ANTÍPODAS, ¡JUAS, JUAS!

¿Creéis en las señales? Yo evidentemente y estando este señor por medio, definitivamente sí. Cuando me recupero del enorme puntazo, la deslizo a mi muñeca derecha y le doy las gracias a la niña de cabello dorado, ella me contesta lanzándome un beso con la mano y corriendo hacia su padre. Imaginaos cómo era mi estado físico y mental, todo en mí se asemejaba a pasta de boniato.

Dentro de la enorme sala (llena a rebosar) se apagan las luces y me dispongo a disfrutar por segunda vez (la primera vez fue baboseando, sufriendo y disfrutando con Mariola-Magister en mi casa) con el maestro Crowe en pantallón del grande.

Fundido en negro, nombre de la productora y un plano de uno de los perfiles (por no decir el perfil) más perfecto del cine actual, dos horas y pico de acción trepidante, adrenalina a flor de piel, empaque de todo el reparto… En definitiva, un thriller más que entretenido e interesante, donde el maestro Crowe demuestra lo que es capaz de ofrecer (como siempre) casi sin despeinarse: otra autentica lección de interpretación (y van unas cuantas). En esta ocasión Crowe cede su cuerpo a un hombre normal y corriente, John Brennan, el típico tío que podía ser tu vecino del 5º o el presidente de tu comunidad de vecinos, al que un aciago día la vida le cambia por completo.

Hay que ser un gran actor o tener un don (este tío tiene las dos cosas) para expresar sin necesidad de palabras, sólo con sus maravillosos ojos y ese lenguaje corporal que Dios le ha dado, tal variedad de registros en una sola escena. Desesperación, tristeza, ira... un abanico de reacciones y sentimientos, que hace que por ser conocidos por la mayoría, el espectador no pueda sentir otra cosa que empatía por este personaje, un pobre desgraciado al que ya no le importa si su mujer es culpable o inocente y al que sólo le interesa mantener intacto todo lo que eran antes de la detención de su esposa, haciendo LITERALMENTE LO QUE SEA (genial Banks, gran química entre ellos). Pero claro, ella ha cambiado y lo que es peor, él también, y ha visto su lado oscuro y Crowe te lo muestra en una de mis escenas favoritas finales cuando, casi sin aguantar verse reflejado en el espejo, se da cuenta de que a lo peor él ya no es el hombre que era y se ha convertido en alguien a quien ella a lo mejor ya no podría querer. En fin, pura magia de la chistera del señor Crowe.

También quiero destacar la música y en especial esa canción de Moby titulada Mistake, que suena en otra gran escena donde sin necesidad de palabras, Brian Dennehy y Crowe se comen literalmente la pantalla, demostrando la inutilidad del Método y todas esas mierdas interpretativas cuando se tienen en una peli a dos actores de raza.

Y para terminar, destacar esas escenas carcelarias, con la llave y con su esposa en los vis a vis, donde si no te emocionas de verdad, tienes un serio problema porque no tienes sangre en las venas sino horchata.

Una delicia como siempre. Ya la he visto cinco veces y espero repetir.

Muchas gracias, sr. Crowe, es usted muy grande. 

 


POR FRANELA.

 

Bueno, por fin ayer pude ir al cine. ¡Qué os voy a decir! Que mi vecina y yo salimos atontás del cine.

Cuando piensas que este tío no te va a sorprender, te regala una nueva mirada, un nuevo gesto, una caída de ojos y vuelves a sucumbir ante su maestría.

Cómo se puede ser tan grande y no gritarlo a los cuatro vientos, qué generosidad para sus compañeros de reparto, dejándoles a todos su momento de lucimiento, pero él sigue estando ahí, a un lado pero sin dejar de estar presente, ocupando toda la atención del espectador sin quererlo.

Me gustaría saber expresar lo que este pedazo de actor me transmite, pero no lo sé hacer mejor.

Simplemente me ha encantado, me he emocionado como una mona al ver a ese sufridor marido y padre del año. He vibrado con la trama tipo fuga de Alcatraz, al verle convertirse de un profesor de instituto en todo un  matón, eso sí, con conciencia.

Poco más puedo añadir. Que estoy deseando poder tenerla en dvd para poder escudriñar cada fotograma.

Una anécdota, cuando en una de las visitas a la carcel, su mujer le dice: ¡qué guapo estás¡, mi vecina me pellizca y me dice "parece que me haya leído el pensamiento".  Y eso que a ella no es que le entusiasme demasiado, pero es que está pa morirse de guapo el cabrito.