CRÍTICAS - PRENSA Y PEÑA
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En EL MUNDO:
DUELO DE TITANES EN HARLEM
ENTREVISTA CON RUSSELL: "Conocer a un gangster provoca cierto placer"
DIARIO METRO: Los hijos de Al Capone
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En El PAÍS:
En ABC: RIDLEY SCOTT, A UN PASO DE LA CIMA
En LA RAZÓN: RIDLEY SCOTT, EN LAS ENTRAÑAS DE LA MAFIA NEGRA
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DE CROWE-VENE:
EL VIERNES 28 MI MARIDITO ME SORPRENDE CON DOS ENTRADAS EN SALA VIP EN SESIÓN NOCTURNA, POR ESO DE QUE ESTAMOS EN NAVIDADES. ********************** DE DOVE: El horizonte de Brooklin o del Bronx, o de Staten Island o de Queens o Manhattan o de cualquiera de los distritos tan famosos que todo el mundo conoce de la gran ciudad de Nueva York (NYC), es la primera referencia que tengo de American Gangster a través de los tropecientos mil trailers que me he metido entre pecho y espalda y añado la canción: "Ain´t not love in the heart of the city" que la modelado e interpretado el rapero Jay Z. Con esas referencias, a servidora le entró tal nerviosismo, expectación y excitación en el cuerpo que se dijo exclamando para sí misma: "¡¡¡¡joderrrrrrrrrrrrrrr qué pinta de ser un peliculón tiene esto!!!! Y esa impresión perduró hasta el final de AG con esa escena final después de los títulos de crédito: "Si es que hay que quedarse hasta el final de los títulos de crédito que luego puede haber sorpresas".
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DE MARIOLA Si hay alguien que se puede merecer todos los premios cinematográficos de este año, es el señor Ridley Scott o Sir Ridley para los amigos. Por firmar el enésimo peliculón de su dilatada carrera de peliculones y por contar con los mejores para hacerlo. Los mejores empezando por los actores, todos y cada uno de ellos, porque todos y cada uno de ellos −y no sólo los principales− llenan su espacio correspondiente dándole un tono coral engranado en una precisa maquinaria de guión, banda sonora, fotografía, dirección artística y montaje. La batuta de este artesano de la imagen y la luz dirige impecablemente y con los tempos justos una historia universal de gángsteres y policías honestos y corruptos con la excusa de unos hechos reales. Esa realidad puede estar adaptaba al lenguaje cinematográfico pero no deja de estar reflejada de forma ajustada a como fue. Para ello, Scott la dota de su mismo ambiente, la misma música, la misma moda, el mismo aire y matices que debieron tener aquellos años tan denostados como admirados que fueron los de la década de los 70 en Norteamérica, en su primera mitad y, aunque de fondo, en un momento tan reiterativo en cine como la guerra de Vietnam. Casi diría que esa historia verdadera y el trabajo actoral que la recrea es sólo un pretexto para volver a revivirlos. Pero aunque el recurso de los hechos reales esté ya tan manido, la diferencia sigue radicando en la manera de contártelos, y la de esta película es de quitarse el sombrero. Dos horas y media largas en las que te sumerges en un lujoso revival setentero y disfrutas a tope si te gusta el género. Ni Padrino ni Infiltrados ni otros ejemplos de los que se ha servido la crítica especializada; no se pueden hacer comparaciones ni siquiera en el contenido aunque ya esté todo inventado y contado. Y tampoco se pueden destacar interpretaciones desde el punto de vista más objetivo porque hay dos personajes principales que no son nada por sí solos más que enclavándolos en la época y con los secundarios que los rodean. Frank Lucas no es nadie sin su mentor al principio ni sin su familia y rivales después. No se entiende su ascenso y caída, su suntuosa y ordenada vida de delito y crimen si no los tiene alrededor. Y Richie Roberts tampoco porque ni como poli paria por demasiado honesto pero con una vida personal desastrosa, puede sobresalir sin su compañero, su ex mujer y amantes varias, sin los demás maderos que lo tienen como a un apestado y sin su estupenda y psicodélica brigada de colegas. Pero a la vez todos esos personajes secundarios tampoco tienen razón de ser sin no es en torno a ellos, así que la complementación entre todos me parece tan precisa y enriquecedora para la película. Por eso también las interpretaciones son tan valiosas: es el conjunto en sí lo que las engrandece aunque a la vez las límite. Quiero decir que como conocemos quiénes fueron y cómo se comportaron esos personajes, no pueden salirse o matizar esa actuación aunque sí dejen la impronta personal. Pero ahora desde el punto de vista más subjetivo y tras cuatro veces de visionado, me he dado cuenta de que estoy mal acostumbrada a… Russell. Me explico: hace mucho que no va de secundario en un cartel de modo que todas las escenas que tiene aquí se me hacen cortísimas y me dejan con la sensación de que no puedo saborear esos matices, intensidad y fuerza que nos suele regalar; que salvo en ráfagas −la secuencia con su compañero en la ambulancia, las miradas a su ex mujer en la vista judicial, el enfrentamiento con su jefe y el vis a vis del final con Washington−, el resto se me pierde entre fijarme en lo escandalosamente atractivo que hace a Roberts prestándole un cuerpo tan normal como delicioso, unos gestos únicos y un acento nuevo (por enésima vez), y esa profundidad que sólo este animal de pantalla puede ponerle a una expresión. Y me falta ese tiempo habitual para disfrutar por entero de él. Porque, para qué voy a negarlo, el Washington me la trae floja, correcto y en su papel, sí, pero me la trae floja y creo que le podía haber echado más tripas que sólo se ven en algún retazo. ¿Para Oscar? Los he visto mejores. Josh Brolin tampoco me parece estar para caerse de espaldas como he leído mucho por ahí: el chavalito quiere destacar recreando a ese indeseable madero corrupto pero vale, ya está, y quizás le hayan caído esas buenas críticas porque uno tiene que poner toda la carne en el asador si ha de darle la réplica a señores como los que se le ponen enfrente. Y el resto, como digo, componiendo interpretaciones absolutamente al servicio del pulido lustre que luce toda la historia. Aun así me sigo quedando con hambre de Russell en esa piel de Roberts, ¡por no hablar de su magro veteado y empaquetado y de lo cortito que se hace ese polvo “encimero” por el que todavía hay que dar gracias! Este es, en mi opinión, el único pero que puedo sacarle a la película aunque creo que es por eso: el señor Crowe me tiene muy malacostumbrada a disfrutar de su cuerpo y de su savoir faire por entero y sin cortes y claro, aquí me sabe poco. De todas maneras animo a Sir Ridley a que le ponga otro pajarito al precioso logo de su productora y le añada ese apellido que tantas alegrías pasadas, presentes y futuras nos ha dado: Scott & Crowe Free. Queda molón, ¿no? Son dos genios. |