AYUNO
¡Qué castigo hay peor que el ayuno
de no poder acariciar tu pecho desnudo!
Tu pecho, la caja fuerte donde guardas mi futuro,
la balsa que me salva, que me envenena con dulce cianuro.
Tu pecho, ancho, fuerte, protector y puro,
la piel que lo cubre volviéndolo mágico y seguro,
el sudor que lo besa, lo despierta, lo llena de vigor,
como tu pecho no hay ninguno.
Tu pecho me castiga muy duro,
tu pecho es la armadura
que protege tu corazón de hombre duro.
¡Juglares, venid,
mil odas de alabanza al guerrero del pasado,
del presente, del hoy y del mañana,
de los tiempos claros y oscuros.
Salid a los caminos,
contad las excelencias de los sentimientos
que guarda en su pecho que hace que te sientas
protegida como si fuera el mejor de los escudos!
Déjame verlo,
pues no hay peor penitencia que el ayuno
de no poder acariciar tu pecho desnudo.